La sociedad siempre ha estado compuesta por: a. súbditos pasivos, b. líderes poderosos y c. enemigos sobre quienes se proyecta la culpa, inferioridad, odio y hostilidad: los chivos expiatorios. La raíz del mal causado por el humano no es su parte animal sino su necesidad de importancia, de negar su propia mortalidad y adquirir una imagen heroica de sí mismo.
Parece que el humano no pudiera evitar el egoísmo, supuestamente es su identidad fisicoquímica natural dedicada a la conservación. Pero siendo un ser multidimensional, la persona siempre tiene ante ella la posibilidad de explorar toda la gama de su existencia.
La tarea es explorar lo que significa para cada ser humano ser miembro de la familia terrestre. Algunas personas están despertando del largo sueño del grupismo y el nacionalismo y están desarrollando la conciencia planetaria y la ética humana. El humano actualizado rechaza los estándares de la cultura masiva del éxito y adopta la alegría real que arroja las cadenas de la dependencia derrotista donde la crítica y la reflexión están ausentes y pasa a descubrir nuevas posibilidades de acción y nuevas formas de animarse y fortalecerse.
El simple hecho de estar viva hace que una persona esté en contacto con oportunidades para crecer a cualquier nivel. Huir siempre de cualquier situación hace que nos conformemos cada vez con menos experiencias. Nuestro mundo se achica y nos convertimos en seres rígidos. Cada vez debemos emplear más energías para impedir que nos perturben las amenazas que nos rodean. Nos aislamos. Nuestra vida no tiene rumbo alguno y es sólo una reacción ante lo que el mundo nos presenta. Todo lo que se nos ofrece nos parece una amenaza. Todo lo que pone a prueba la integridad de nuestras defensas nos hace retroceder.
Si no puedes arriesgar, no puedes crecer. Si no puedes crecer, no puedes superarte. Si no puedes superarte, no puedes ser feliz. Si no puedes ser feliz, ¿qué otra cosa importa?.