Cuando una persona crece, abandona el modo en que se veía a sí misma. Parte del dolor del crecimiento deriva del hecho de darse cuenta de que se ha sido deshonesto con uno mismo, y ese pesar hace que la gente cambie. Siempre hay que dar un salto para renunciar a lo que es falso. Cuando comprendemos que nos estuvimos engañando tratamos de ser mucho más honestos. Perseverar en el engaño, una vez que se ha tomado conciencia de él, hace que la vida sea menos verdadera y también desgasta las energías. Al igual que crecer, arriesgarse implica renunciar a falsas convicciones, a pactos y alianzas, a inversiones mal dirigidas, vínculos superficiales y hábitos destructivos.
Otto Rank dice que todos los seres humanos por igual no son libres… es decir, nosotros, con nuestra libertad, creamos una prisión. Y Kierkegaard: «El bien es abrirse a la nueva posibilidad y elección, la capacidad de enfrentar la ansiedad; la estrechez es el mal, lo que lo aparta a uno de lo nuevo, de experiencias y percepciones más amplias (con un velo que oscurece la realidad de la situación)».