La satisfacción profunda de estar viviendo el diseño natural de tu existencia proviene en gran parte de la medida en que estés desarrollando el «capital semilla» que obtuviste de la familia, la sociedad, la cultura, la facultad… Esta semilla se desarrolla yendo más allá de los límites de este capital inicial, enriqueciéndolo con tu propia indagación, experiencia y aprendizajes posteriores.
La vida también es como una semilla, no basta por sí misma, habrás de esforzarte para que la semilla brote, se convierta en árbol y florezca. Recordemos que el humano ha de superarse a sí mismo, que la vida se trasciende a sí misma, siempre renovándose, renaciendo. La vida es una oportunidad para indagar y comprender algo más profundo que la vida misma, más elevado que la temporalidad de nuestra permanencia aquí, algo superior, muy superior a eso.
Si te obsesionas demasiado con los límites de tu vida sin mirar más allá, es como si te quedaras en la universidad de estudiante para siempre. La universidad te prepara para el universo, por eso la llamamos universidad. En sí misma no es el universo, solo una preparación.
En oriente se considera la vida como una universidad, una disciplina, un entrenamiento que va mucho más allá. Si la preparación se hace eterna, entonces se convierte en una carga. Eso es lo que le sucede a mucha gente. No hacen más que prepararse, no dejan de prepararse nunca. Pero, por otra parte, nunca emprenden el viaje, solo se preparan. No es de extrañar que sus vidas con frecuencia acaben siendo solo un gesto de impotencia.