Pensando que la mente crea la realidad, al intentar aplicar la ley de la atracción, permanecemos en la esfera mental, en terrenos de la conciencia “yo”, creyendo que todo depende de un enfoque súper positivo, de sentirse bien a la fuerza y que si no nos sentimos bien es porque estamos fuera de control y hemos fracasado. En esta frecuencia corremos peligro de volvemos “perfeccionistas espirituales” en el trato con nosotros mismos y con los demás, hasta el grado en que éramos más amorosos antes.
“Los hombres aman los razonamientos abstractos y las sistematizaciones bien elaboradas, al punto de que no les molesta deformar la verdad; cierran los ojos y los oídos a todas las pruebas que los contradicen con tal de sustentar sus construcciones lógicas.” – Dostoievsky.
La ley de atracción nos permite ver claramente que el mundo no está separado de nosotros, que todo lo que está dentro de nosotros se refleja externamente. Bien podemos estar atrapados en un mundo mental donde la lógica nos indica la manera de interpretar la existencia. Estaremos habitando un supuesto colectivo, castillos en el aire producto de la imaginación, una burbuja ajena a la realidad física y en pretensión desconectada de la realidad espiritual. Convencidos de que somos amos y señores hasta que un evento natural nos recuerda quien tiene el verdadero control.
Incluir a la naturaleza con sus contingencias en nuestra noción de la realidad se considera pesimismo. Por el contrario, esta existencia con los pies sobre la tierra sería la plataforma perfecta para la expansión, evolución y progresión más allá de la lógica y de toda otra acción mental, hacia la ampliación de la conciencia y el despertar del sueño de la ilusión.
Pero muchas de las cosas que se reflejan en nuestra realidad externa son cosas internas de las que no tenemos conciencia, hasta que aparecen externamente. La conclusión es que no nos sentimos bien todo el tiempo, pero nos han dicho que es nuestra elección sentirnos bien o mal en todos los momentos del día.
De modo que nos sentimos fracasados porque nuestra vida no es una imagen perfecta de lo que creemos, pensamos que tenemos que esforzarnos más y caemos en un círculo vicioso en nombre del “positivismo a toda costa”.
Como si no fuera lo suficientemente malo que las cosas no vayan bien, encima pensamos «y tú lo estás creando todo». Tenemos la creencia de que si no estuviéramos haciendo algo mal, nuestra vida sería perfecta. Piensas que «debería estar bien sin importar lo que esté pasando y si no lo estoy, estoy haciendo algo malo y las cosas malas se van a seguir manifestando. Y parece que no puedo hacerlo bien, por lo que se ve en mi vida… así que concluyo que algo debe estar mal conmigo.